El peso de nuestras equivocaciones

Con la orgullosa frente en alto
Se interpuso ante el amor de su hija
Y la separo con todas las fuerzas de su mano
De aquel muchacho que fuera su enemigo,
La encerró en las paredes de su atadura,
La privo del sol de su cariño,
Y en su pecho, se formo cuenco eterno
Saciado con el sabor de la amargura...

Pero los años rompieron estos candados
Y gozo de libertad la joven prisionera,
Y su ser solo hallo sosiego
Cuando se enredo en abrazos y besos;
Y al amor puro, la distancia lo germina,
El tiempo lo alimentan, los días lo animan,
Y ahora el padre, de lejos su hija mira,
En su alma la ha perdido para siempre…

Los mismos años que de encierro la tuvo,
Han pasado sin verla siquiera,
No llama su teléfono, no toca su puerta,
El rencor de la niña no se merma,
A el, lo cruzo en la calle una ves,
Y le bajo la mirada, se supo vencido,
Y de ella, se entero hace poco
Esta esperando su segundo niño…

Por accidente regreso, ese día temprano,
Para ver a su hija, y un niño de su mano,
Tanto se había llevado el tiempo, sin embargo,
Esa mirada llevaba todo el rencor guardado,
Saludo de lejos, hija, nieto, y otro en brazos,
Supo que acercarse no era el momento,
Y esa noche, lloro muy amarga su pena
Con la orgullosa frente en alto…

Kevin Heves Maranetto Vranich

09/01/2009